Ayer 23 de Noviembre se estrenó “12 días de mierda”. Obra que he escrito este año para la compañía Animahist. Un texto que me gusta, entre otras cosas, por el dilema moral que plantea y por unos personajes a los que eres capaz de entender para bien o para mal. Aunque no justifiques lo que hacen.
Aprovecho este dato para comentar por encima cómo ha sido el proceso de escritura de la obra. Si no hubiera sido por las “limitaciones creativas” que se impusieron para abordar el texto, creo que de mi no hubiera salido el libreto que ha salido.
Estas limitaciones creativas fueron: Tres personajes tenían que ser los protagonistas. Dos chicos y una chica, el tema de la igualdad de la mujer y la violencia de género debería estar presente y a partir de ahí…libertad absoluta. Me encantan que me coarten un poco en este sentido porque me plantean un reto intelectual a solucionar.
Luego, otras limitaciones me las impuse yo, como el título y el género. Ya que el mismo día que me incorporé al proyecto se necesitaban pasar unos datos concretos a un par de Ayuntamientos porque había una posibilidad de conseguir algunos bolos. ¡Sin tener un argumento!
Recuerdo que ese día estábamos Pedro Lendínez y yo en Café Jaén tomándonos unas cervezas cuando Rubén Hinojosa (dueño de Animahist) llamó para pedirme un título y un género de lo que pensaba escribir. La verdad es que al igual que tengo ideas para películas, escenas, personajes o sketchs apuntados en libretas o en el bloc de notas del móvil, también tengo títulos. Uno de ellos es “El hombre de los 4 minutos”, que ya utilicé en Semiprofesionales, y que le da sentido a las andanzas de mi personaje. Y otro de los que tenía apuntados era el que da título a esta obra. Total, que se lo comenté a Pedro para que lo comunicara a Rubén. Le pareció bien. “Genial”, pensé. Aunque, ¿cómo le daría sentido a eso cuando me apetecía escribir algo que ocurriese aquí y ahora. En tiempo real. Y no caer en lo típico, para mi, que era mostrar esos 12 días.
Después tocaba el género. ¿Cuál poníamos? Aposté por “tragicomedia”. De esta forma sabía que podía bordear o tocar de lleno toda la comedia que quisiera y, de paso, tocar también temas más serios, como el dilema moral que plantea la historia.
A partir de ahí estuve un mes dejando reposar todas estas cosas. Jugando con ideas, personajes , tomando notas y fantaseando con lo que podría ocurrir. Hasta que poco a poco me vino el tema de la amistad. Lo que se exige a los amigos, cuándo decir o no cosas duras es una muestra de amistad o todo lo contrario. ¿Somos honestos cuando nos relacionamos con nuestros amigos o tenemos máscaras que ni siquiera sabemos que tenemos? y, lo más importante, ¿qué puede/tiene que pasar para que estas se caigan?
Todo esto se me pasaba por la cabeza en ese mes de «reposo». Finalmente cuando di con la situación y el contexto me puse a escribir. Es de las pocas veces que he dejado este tiempo para que la idea madure y crezca antes de sentarme a teclear. Y estoy muy contento con el resultado.
Gracias a Mónica Ayén, Rubén Hinojosa, Pedro Lendínez y Luis Arjona por sacar lo mejor de ellos mismos para que la función saliese lo mejor posible. El rato que estuve en la butaca viendo como la obra crecía en el escenario es una experiencia alucinante que me encanta experimentar. Sólo espero que siga representándose y creciendo poco a poco.